Por Eugenio Amézquita Velasco
Denunciar no es agradable. Nada agradable. La misma gente a veces se abstiene de hacerlo para no meterse en problemas o sufrir represalias. De conciencia y por mi oficio de periodista, estoy obligado a exhibir los hechos que este caso afectan a pacientes que acudieron a dicha clínica para ser atendidos.
El hecho me tocó vivirlo a mí junto con la persona que acompañé a recibir la atención médica, un familiar.
El doctor que recibió a mi acompañante en la zona de urgencias mostró excelente servicio, actitud humana y generosa. Buena atención y muy amable. El personal que le tomó la radiografía a quien yo acompañaba, en tiempo y forma, se realizó bien.
Las personas que le tomaron el electrocardiograma a la paciente, que no se si eran practicantes, una auténtica y juvenil sonrisa hecha vida en tres personitas, acompañada de amabilidad y calidez.
El médico de urgencias que atendió a la paciente, entrega la receta, dando las indicaciones correspondientes y fuimos rumbo a la farmacia.
Esta se encontraba cerrada. No había algún letrero de aviso de "salí a comer" o "hoy no funciona", "cerrado", o cosa semejante, que pudiera poner al tanto de la realidad de las cosas al paciente o pacientes urgidos de ese servicio.
Cerca de nosotros, estaban: un hombre joven acompañando a una dama que portaba un collarín. Esta última, había sido atendida por el mismo médico que atendió a quien yo acompañaba.
Supimos que la farmacia sí estaba funcionando, que cerraría hasta las cuatro de la tarde.
Serían minutos, mas o menos, antes de las tres de la tarde, cuando arribamos a la farmacia y supimos que el encargado había salido a comer.
Decidimos todos, cuatro personas en total, tomar nuestros respectivos lugares en las bancas metálicas localizadas a un costado de la ventanilla de farmacia y esperar con paciencia que el empleado terminara sus sagrados alimentos.
El tiempo pasó y buscamos investigar a qué horas regresaría el empleado, cuando escuchamos risas, canto de "Mañanitas" y se percibía un aroma a comida en los pasillos de la clínica.
La imaginación del periodista es inmensa. Quería equivocarme de lo que por mi mente estaba pasando, pero quise corroborarlo, cerciorame con objetividad.
La escena final, tras recorrer los pasillos: En los jardines del interior de la clínica estaba gran parte del personal en lo que parecía un convivio; echaban porras a algunos de los ahí presentes y cuando pregunté por el empleado de farmacia a tres personas que estaban delante de mí, uno de estos contesta que al parecer no estaba o no lo ubicaban en el sitio.
Uno de ellos, sin identificar, respondió a mi pregunta de dónde está el coordinador, e indicó que ahí estaba o por ahí andaba.
Hice el comentario de que no era posible que mientras los pacientes estaban esperando ser atendidos para una simple entrega de medicamentos, con hambre y quién sabe de que municipio posiblemente vendrían, tuvieran que estar esperando a ser atendidos por parte de alguien que no solamente estaba consumiendo sus sagrados alimentos, sino además en lo que parecía una fiesta.
Señalé que iniciaría la grabación de este festejo y tuve como respuesta de uno de los tres empleados: "Señor, está usted en su derecho de hacer lo que quiera".
Con tal invitación, forma de hacerlo y con la claridad de señalamiento de que estaba en mi derecho, concluí que no había ningún problema de grabar -dándome la impresión que ya están acostumbrados a que los graben, aparecer en las redes sociales, que les gusta y lo disfrutan, como si fuera nota de sociales y algo gracioso-.
Me quedé pensando. ¿Sería posible que los jardines de la clínica del ISSSTE, pudieran ser rentados -con precio de descuento- a los derechohabientes o sus familiares para sus eventos sociales, en el entendido que estas instalaciones fueron erigidas con las aportaciones que quincenalmente se descuentan a los trabajadores del Apartado B del Artículo 123 Constitucional en la región? Sería un justo acto de reciprocidad.
Inicié la grabación que ustedes ahora pueden observar y el comentario sobre el hecho, plasmado en el video.
Terminando la grabación, una de las tres personas que estaban al momento de mi llegada al lugar, le advirtió a una cuarta persona que se acercó a mi, que yo estaba grabando. A éste, le hice ver que ahora me daba cuenta por qué no había servicio en la farmacia.
Sólo tuve como respuesta y en voz casi inaudible: "Ahora van". Y se regreso a la fiesta.
Efectivamente, un minuto y medio después, apareció el empleado de la farmacia, visiblemente nervioso... ¿Cómo la ven? #MetroNewsMx