julio 30, 2020 , , , ,

Redacción

Para algunos, propaganda anticomunista y de anti-izquierda. Para otros, la cruda realidad sobre la vida de alguien que se encargó de ejecutar a miles -o millones- de compatriotas y enemigos a fin de no tener rivales en el poder. Una de sus víctimas, Lev Davídovich Bronstein, mejor conocido como León Trostky, cayó bajo sus garras en el mismo México, cuando éste huía del mismo Stalin que buscaba eliminarlo, hecho que finalmente sucedió el 20 de agosto de 1940, hace 80 años.

Otros, víctimas de su ambición, sumaron millones, como en Ucrania, donde por hambre fueron acabados 6,000,000 de ucranianos.

Los documentales que a continuación se expone la persona de Stalin y sus crímenes, fueron presentados por el Canal 2 de España en el Programa Documaster

Así, Documaster estrenó ‘Apocalipsis Stalin’, una serie documental de tres episodios dirigida por Isabelle Clarke y Daniel Costelle. Siguiendo la estela de la famosa serie documental 'Apocalipsis Segunda y Primera Guerra Mundial',  esta nueva entrega cuenta con un importante material de archivo fílmico de la época restaurado y coloreado.

¿Quién fue Stalin? ¿El hombre que derrotó al nazismo? ¿Fue el mayor criminal de su tiempo? ¿El amo del mundo? Así comienza el primer capítulo de la serie:

A partir de la lucha a muerte contra Hitler, la serie cuenta la historia del increíble ascenso al poder de José Jughashvili Gori (Georgia, 1879 - Moscú, 1953). Hijo de un humilde zapatero de Georgia, joven seminarista de la Iglesia Ortodoxa Rusa, hizo su imparable camino hacia el poder absoluto desde la nada y rodeado siempre de intrigas y crímenes.

Desde un punto de vista humano, la serie describe la enorme tragedia que afectó al pueblo soviético entre 1878 y 1945, donde millones de personas estaban atrapadas en un verdadero infierno.

Capítulo 1: El demonio
Junio ​​de 1941. Hitler se ha lanzado a una lucha a muerte contra Stalin. Dos décadas antes, en 1917, José Jughashvili ya es miembro del Partido Bolchevique de Lenin que acaba de tomar el poder en Rusia. El país está desgarrado por la guerra civil.

Los bolcheviques establecen un régimen de terror que mantiene con mano dura Jughashvili quien pasa a ser conocido como Stalin, el "hombre de acero" en ruso. Se convierte en un auténtico demonio.

“La muerte resuelve todo los problemas, si eliminas al hombre termina el problema”.

Esta frase que se atribuye a Stalin refleja su fría y déspota personalidad. Stalin es un hombre sin emociones, un hombre muy poderoso que exige a sus compatriotas que entreguen su sangre y sus vidas por la patria.

Capítulo 2: Rojo
Esta segundo capítulo arranca con el cerco a Moscú (noviembre de 1941) por parte del ejército alemán, que ya ocupa media Rusia. Rojo es el color de la revolución, pero también el de la sangre derramada en su nombre.

Después de bloquear los alemanes en las afueras de Moscú, Stalin se enfrenta ahora el segundo asalto de Hitler. El destino del mundo se decidirá en Stalingrado. Al igual que en Leningrado, hombres, mujeres y niños, son sacrificados sin piedad.

Años antes, tras la muerte de Lenin, Stalin eliminó fríamente a todos sus enemigos, empezando por Trotsky.

Victorioso en Stalingrado y Leningrado, ahora es tratado como un igual por sus aliados estadounidenses y británicos. El déspota se ha convertido en uno de los hombres más poderosos del mundo. ¿Se convertirá también en el amo del mundo?

Capítulo 3: El amo del mundo
Nos situamos a comienzos de 1944, cuando la Unión Soviética consigue echar a los nazis. Estos se retiran dejando tras de sí un rastro de destrucción.

La victoria de Stalin le ha otorgado una halo de proporciones irracionales. Se le otorga el estado de semi-dios, pero ha sido su pueblo quien ha realizado el mayor sacrificio con 9 millones de soldados y 20 millones de civiles muertos.  ¿Al final de la guerra se ha convertido en amo del mundo? ¿Quién es ahora Stalin?

Parte I: El demonio



Parte II: Rojo



Parte III: El amo del mundo



Desestalinización
Después del fallecimiento de Stalin, el nuevo secretario general del PCUS, Nikita Jruschov, inició un proceso por el cual se denunció el eufemístico «culto a la personalidad» en referencia al conocido actualmente como el culto a Stalin. Esto dio inicio al proceso político conocido como desestalinización, por el cual se denunciaron los crímenes cometidos por Stalin en contra del Estado soviético y el Partido Comunista. Su punto culminante sucedió durante el XX Congreso del PCUS en 1956, en el cual Jruschov pronunció al cierre del mismo, el conocido Discurso secreto.

El proceso de desestalinización de Jruschov acabó cuando fue sucedido como líder por Leonid Brézhnev en 1964; este introdujo cierto nivel de re-estalinización en la Unión Soviética.​ En 1969 y 1979 se propusieron planes para la completa rehabilitación del legado de Stalin, pero ambas fueron rechazadas por quejas tanto internas como de partidos comunistas extranjeros.​ 

Mijaíl Gorbachov vio la denuncia total de Stalin como necesaria para la regeneración de la sociedad soviética.​ Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, el primer presidente de la nueva Federación de Rusia, Borís Yeltsin, mantuvo la denuncia a Stalin y añadió la denuncia a Lenin.​ Su sucesor, Vladímir Putin, no buscó rehabilitar a Stalin pero puso énfasis en celebrar los logros soviéticos bajo el liderazgo de Stalin en lugar de la represión.​

En encuestas realizadas entre 2003 y 2006, al menos un cuarto de los rusos votarían a Stalin seguro o probablemente, mientras que menos del 40 % estarían seguros de no votarle.​ En 2008, en el programa de televisión Name of Russia, Stalin fue votado como la tercera personalidad más notable de la historia rusa.​ Una encuesta de 2017 concluía que la popularidad de Stalin alcanzó, entre la población rusa, su punto más alto en 16 años, con un 46 % expresando una visión favorable.​

Número de víctimas
Los primeros investigadores en intentar contar la cantidad de personas que murieron a causa del régimen de Stalin se vieron obligados a recurrir en gran medida a las pruebas anecdóticas. Sus estimaciones variaban de 3 millones a algo más de 50.​ 

Después de la disolución de la Unión Soviética en 1991, las evidencias de los archivos soviéticos se hicieron disponibles. De acuerdo con los registros, alrededor de 800 000 presos fueron ejecutados por el régimen de Stalin por delitos políticos o penales, mientras que alrededor de 1,7 millones murieron en gulags y unos 390 000 perecieron durante reasentamientos forzosos, un total de alrededor de tres millones de víctimas.

Según ciertas fuentes, durante el mandato de Stalin cerca de cinco millones de personas fueron encarceladas u obligadas a trabajos forzados, un millón habían sido ejecutados y dos millones perecieron en trabajos forzados.​

Hambruna soviética de 1932-1933
El debate continúa, sin embargo, puesto que algunos historiadores creen que el archivo contiene cifras poco fiables.​ Por ejemplo, sostiene Gellately que los muchos sospechosos torturados hasta la muerte mientras estaban en «custodia de investigación» es probable que no se hayan contado entre los ejecutados.​ Asimismo, existen categorías de víctimas que no fueron registradas de forma correcta por los soviéticos, como las víctimas de las deportaciones étnicas, o transferencias de población alemana después de la Segunda Guerra Mundial.

Entre 1919 y mediados de los años 1950 fueron deportadas más de seis millones de personas, casi el doble que los ciudadanos soviéticos deportados por el Tercer Reich durante la Gran Guerra Patria para realizar trabajos forzados.​ De estos, un millón a un millón y medio habrían muerto directamente a causa del traslado.​

Particularmente afectados serán los kulaks​ y los alemanes del Volga —aunque las deportaciones de germanos étnicos en Rusia databan desde 1914—.​ Alcanzarán su apogeo entre los años 1930 y finales de los 1940 —durante la guerra con los alemanes será deportado un tercio del total—.​ Las zonas de «acogida» preferidas serán las inhóspitas, despobladas y aisladas Siberia y Asia Central soviética.

​ Entre los grupos étnicos, sociales y religiosos deportados hay hordas de cosacos (del Amur, Astracán, Azov, Mar Negro, Bug Meridional, Don, Kubán, Oremburgo, Semirechye, Terek, Transbaikal, Ural y Ussuri), «elementos socialmente peligrosos», kulaks, campesinos en general, kazajos nómades, alemanes —no todos del Volga—, polacos —incluidos refugiados desde 1940—, fineses de Ingria, kurdos, coreanos, chinos, japoneses, rusos de Harbin, judíos persas, azeríes, persas, asirios, noruegos, suecos, rumanos, griegos de Crimea (pondios), tártaros de Crimea, karacháis, calmucos, chechenos, ingusetios, balkarios, cabardinos, turcos meskh, hamshenis, karapapakos, lazes, armenios, basmachís, búlgaros de Crimea, armenios musulmanes de Georgia (khemshin), miembros de la Verdadera Iglesia Ortodoxa, testigos de Jehová y supuestos nacionalistas lituanos, moldavos, letones, estonios, bielorrusos, ucranianos.​

Así, mientras que algunos investigadores han estimado el número de víctimas de las represiones de Stalin en un total de cuatro millones más o menos, otros creen que el número es considerablemente superior. El escritor ruso Vadim Erlikman, por ejemplo, hace las siguientes estimaciones: ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones; deportaciones, 1,7 millones a 7,5 millones de deportados, y prisioneros de guerra y civiles alemanes, 1 millón, lo que hace un total de alrededor de 9 millones de víctimas de la represión.

Algunos también han incluido los seis a ocho millones de víctimas de la hambruna 1932-1933 como víctimas de la represión. Esta clasificación es controvertida sin embargo, ya que los historiadores difieren en cuanto a si la hambruna era una deliberada parte de la campaña de represión contra los kulaks, o simplemente un consecuencia no deseada de la lucha por la colectivización forzada.​

Hay autores para los que un mínimo de alrededor de 10 millones de muertos —cuatro millones por la represión y seis por el hambre— son atribuibles al régimen; algunos libros de reciente publicación sugieren un probable total de alrededor de 20 millones.​ Por ejemplo, agregar 6-8 millones de víctimas de la hambruna según Erlikman por encima de las estimaciones de muertes directas, daría un total de entre 15 y 20 millones de víctimas. 

El investigador Robert Conquest, mientras tanto, ha revisado su estimación inicial de hasta 30 millones de víctimas a 20 millones.​ Otros siguen considerando que sus anteriores estimaciones, mucho más altas, son correctas.​ Todas estas estimaciones se ven contrastadas con la Demografía de Rusia, siendo la de la Segunda Guerra Mundial la única caída con semejantes cifras.​