Eugenio Amézquita Velasco

Recordar al padre Gumersindo Cortés González es remontarme a 1978. Ni él era sacerdote ni yo era periodista. Yo de 18 años de edad y el de 21. Éramos compañeros de estudios. Él, 3 o 4 años más adelante que yo y yo en tercero de preparatoria, en el Colegio Marista. Parecía serio, pero no lo era. Traía la risa por dentro y sabía sonreír y hacer bromas. Una sonrisa que era un apretón de labios, pero que se le escapaba por las comisuras y que cuando no la podía contener, soltaba la carcajada.



Tengo la esperanza de que en mis últimos días, además de ver a Dios, a mi madre, a mi hijo, a mis abuelos y varios tíos así como a muchos amigos, también lo pueda volver a ver a él. Confío en que Dios es misericordioso y me perdone y vea mi sincero arrepentimiento, que yo siga trabajando para sumar más cosas por el bien de mi prójimo que males en contra de él.



Cuando la vida nos separó para tomar Gume  su camino y yo el mío, fue agradable enterarme que el 9 de abril de 1983 el perseveró y llegó al final del camino de su formación para ser ordenado presbítero en Celaya. Le perdí la pista pero seguido me lo encontraba en el Obispado de Celaya en mis andanzas y coberturas periodísticas.



Siempre el saludo: "¿Cómo estás, Gume?" y su respuesta: ¿Qué dices, Amézquita?", con familiaridad y el fraterno recuerdo de haber tenido maestros comunes, entre ellos al celayense Presbítero Alberto Suárez Inda, El Padre Beto, como mejor lo conocemos, ahora Cardenal de la Iglesia Católica.


Pasaron los años y me lo encuentro de director de la Santa Casa de Ejercicios de Atotonilco y ahí requiere de nuestra experiencia en los medios. Me pidió un sencillo sitio web y algunas cosas para las redes sociales. Recuerdo haber tomado algunas fotografías, super exclusivas, de documentos que son parte de la historia de más de 250 años de ese lugar. Me llevó a conocer los rincones del Santuario y la Santa Casa -cosa que disfrute y sigue disfrutando sobre manera gracias a su sucesor, Padre Raúl Ramírez Montoya- y volver a encontrarme con otro buen amigo, el padre Fernando Manríquez Cortés, actual párroco de Jesús Nazareno.


Luego, en 2015 me lo encuentro de párroco en La Asunción, en el populoso y tradicional Barrio del Zapote, en Celaya. Y como no podía quitarse aún la querencia de la Santa Casa, invitó a nuestros hermanos purépechas a ofrecer sus artesanías en el atrio y a participar en la procesión en honor del Señor de la Clemencia el 1o. de enero de 2015. Ahí estuve y ahí están las fotografías las cuáles les comparto como un gran recuerdo.



Se me desaparece el Padre Gume de momento y luego me entero que es párroco en una comunidad de Dolores Hidalgo, en la Parroquia de Cristo Rey... y ahora ya no está... no me meto en el asunto de la violencia ni en el tema de su muerte. Pero al iniciar la Semana Santa sólo me viene a la mente Cristo en su Pasión, Muerte y Resurrección. Cristo golpeado, escarnecido, asesinado... sufriendo en el silencio por los pecados de todo el mundo... silencioso a pesar de los golpes y escupitajos... termino mi columna con una frase del mismo Señor Jesús Nazareno, -que esa sería la enseñanza de Gume, mi buen Gume, mi querido Padre Gume a sus parroquianos, a sus amigos, a todos los que auxilió y atendió en la Santa Casa de Ejercicios de Atotonilco, casa de conversión y perdón- que pinta la infinita misericordia de Cristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre: "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen..."