Juan Antonio Ayala
El reciente fallecimiento de #Kike, un rostro tan familiar como olvidado en las calles de #Salvatierra, #Guanajuato, ha dejado al descubierto una dolorosa verdad: la profunda desconexión entre el discurso oficial y la realidad que viven los más vulnerables de nuestro municipio.
Kike, con sus dificultades para comunicarse, su tartamudeo y su aparente retraso mental, era mucho más que un indigente; era un trabajador incansable, un peregrino fiel y un vecino que, a su manera, ofrecía apoyo a quienes lo rodeaban. Su presencia en las misas dominicales y su tesón para ganarse la vida, desde hacer mandados hasta cargar bultos en el mercado, lo convirtieron en parte del tejido social, a pesar de su marginación.
La semana pasada, la enfermedad tocó a su puerta, llevándolo brevemente al hospital. Lo que siguió fue un espectáculo bochornoso por parte de la administración municipal. Utilizaron sus medios de comunicación afines, esos que silencian verdades incómodas y redactan alabanzas a sueldo, para montar una farsa de ayuda. Personal de Protección Civil, cuyo deber debería ser la asistencia genuina, se sumó a este teatro de la caridad, una puesta en escena que solo sirvió para evidenciar la hipocresía con la que este gobierno opera.
Esta administración, que prometía un cambio, se revela como una burda copia de la anterior. Los mismos eventos, los mismos nombres reciclados, incluso los mismos arreglos oscuros. Lo único que parece haber evolucionado es la forma en que se distribuye el erario público, ese dinero que tanto criticaban cuando otros estaban al mando. Se nos presenta un ayuntamiento sin rumbo fijo, donde la muerte de Kike se erige como una prueba irrefutable de su ineficacia y falta de sensibilidad.
Mientras Kike se debilitaba, ¿Dónde estaba la visión social de este gobierno? Perdida en los costosos shows mediáticos, en esa "mañanera" local que nadie ve pero que consume recursos ingentes, desviados quién sabe a dónde para mantener una imagen artificialmente positiva. A seis meses de su inicio, esta administración sigue navegando a la deriva, sin ideas propias, recurriendo a eventos baratos, dignos de una plataforma de comercio electrónico de dudosa calidad.
Todo se reduce a un circo. Tomemos como ejemplo el supuesto centro de hospedaje junto al hospital, convertido en una "atracción turística" fantasma. Tres administraciones han pasado y este proyecto sigue inconcluso, utilizado ahora como un símbolo de unidad partidista en lugar de un recurso real para el apoyo social.
#Salvatierrapueblomagico clama por un centro de apoyo digno para las personas sin hogar. El gobierno actual se ha negado sistemáticamente a construir o transformar uno existente. El DIF municipal, lamentablemente, sigue el patrón de las administraciones pasadas, montando sus propios espectáculos de caridad sin abordar las raíces profundas de la exclusión social.
Entonces, la pregunta resuena con fuerza: ¿Quién fue, ha sido o es el culpable de la muerte de Kike, un indigente utilizado políticamente en su enfermedad y ahora en su ausencia?
Es importante recordar los orígenes de Kike, nacido en la colonia "Las Ardillas", en la calle Tepeyac. Su madre, Rafaela, lo esperaba en vano en el umbral de su casa, pues Kike prefería saludar desde la distancia, con alguna que otra "mentada" como sello personal. Tuvo hermanos, algunos con discapacidades mentales, otros que siguieron sus propios caminos. No podemos juzgar a una familia que, por diversas circunstancias, no pudo brindarle el cuidado constante que quizás necesitaba. Sus hermanos menores, por ejemplo, eran demasiado jóvenes para hacerse cargo de él.
Pero más allá de su historia familiar, Kike se construyó una identidad en la comunidad. A pesar de sus limitaciones, eligió trabajar, participar en las tradiciones religiosas y ser parte activa, a su manera, de la vida de Salvatierra. Su muerte nos confronta con la fragilidad de la existencia y la indiferencia de un sistema que prefiere invertir en apariencias que en soluciones reales para los más vulnerables.
Recordemos al Kike joven, con su cigarrillo y su Coca-Cola. Al Kike peregrino, al Kike limosnero de misa. Al Kike que pedía un peso sin importar la inflación. Al Kike que respondía con un "bonito-bonito" a un simple halago. Y al Kike que, con picardía, respondía a las bromas con una "rayada de madre".
Ahora, Kike vive en el más allá. Y si pudiéramos preguntarle cómo está el cielo, seguramente respondería con su entrañable "bonito-bonito". Pero si le preguntáramos por qué no lo ayudaron más para que no muriera, su respuesta, sin duda, resonaría con la rabia contenida de un pueblo que observa la hipocresía de sus gobernantes: "¡Chingar su madre!", "¡Pendejo-pendejo!".
Este escrito es un grito de indignación, un recordatorio de que la caridad convertida en espectáculo es una burla para quienes realmente necesitan apoyo. La muerte de Kike no debe ser en vano.
Debe ser el catalizador para exigir un gobierno municipal con pies y cabeza, con una visión social real y con la sensibilidad humana que tanto le faltó en vida a este entrañable habitante de Salvatierra.
¡Viva Kike! #MetroNewsMx
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