Redacción
Cuando se conocen los detalles de la existencia de Romualdo, el hijo de noble familia de los Sergius de Ravena, se encuentran numerosos datos de una gran inquietud: cambios de domicilio, pleitos con los compañeros, amenazas de muerte y atentados contra su vida. Todo eso parecería contrario a una auténtica santidad.
Por cierto que Romualdo no fue un santo al estilo de San Benito de Nursia o San Francisco de Asís, sino que su santidad fue original, única e irrepetible. Dios quiso desarrollar aquella santidad en uno de sus hijos bautizados que vivió durante el siglo X, una época, por cierto, en la que era creencia general que se acabaría el mundo.
Durante un duelo el padre Romualdo, que tenía entonces unos 20 años, mató a su adversario. Consternado por esta desgracia entró en el convento de San Apolinar, cerca de Ravena; pero disgustado por la aparente indisciplina religiosa del monasterio empezó, con el permiso del abad, una vida más austera con el ermitaño Mario, fuera del convento. Después de tres años los dos ermitaños decidieron marcharse a la abadía de San Miguel de Cuxa, cerca de la frontera con España, donde permanecieron diez años.
En el año de 988 se trasladaron a la abadía de Montecassino. La regla benedictina los atraía, pero Romualdo quería incorporar los rezos litúrgicos a una vida monástica más austera, de tipo eremítico, aun sacrificando gran parte de su vida comunitaria.
Después de algunos años de peregrinación solitaria por Italia, huyendo de los hombres y fundando ermitas en varios lugares, Romualdo erigió sus dos conventos principales. Primeramente Val de Castro, donde murió en el año 1027, y el convento de Camaldoli, cerca de Arezzo, que fue la casa matriz de la Orden de los camaldulenses.
Lo importante en la vida de Romualdo fue la idea de penitencia en un tiempo de muchos relajamientos. Según el modelo de los primeros monjes en el desierto de Egipto, quiso preparar a sus frailes para que pasaran de este valle de lágrimas al encuentro nupcial con el Señor. Entre sus consejos se puede leer:
Vive en tu celda y considérala como un paraíso; desecha todo recuerdo del mundo…, persevera con temor en la presencia divina, como quien está delante del rey… y, a la vez, sé como un niño contento que tiene en posesión la gracia de Dios".Entre las docenas de conventos que fundó se observa, con alguna modificación, la tendencia general a la oración, al trabajo, a las penitencias corporales; todo esto unido al silencio y ayunos prolongados.
Hasta el día de hoy no han faltado hombres generosos que se han sometido, por el amor de Cristo, a esta vida austera como una reparación a la malicia general de los bautizados de cualquier época.
Entre los contemporáneos de San Romualdo que aprendieron de él esta clase de vida ascética figura San Bruno, el fundador de los cartujos, cuya fiesta se celebra el 6 de octubre.
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