Redacción
Además de los doce Apóstoles, encontramos en la Biblia otros 72 discípulos. Entre estos ayudantes del Colegio Apostólico, figura ciertamente el levita José de Chipre, al cual le dieron el nombre de Bernabé, que quiere decir “hijo de la consolación”. La primera vez que hablan de él los Hechos de los Apóstoles (4, 36-37) aparece como un hombre sumamente generoso que vendió su campo en beneficio de las comunidades de los cristianos. Al mismo tiempo se convirtió en el misionero más importante al lado de San Pablo. Gracias a la mediación de Bernabé, San Pablo fue aceptado e incorporado en el colegio de los Apóstoles. (cfr. Hech 11, 24).
En Antioquia de Siria, sobre el río Torontos, una ciudad cosmopolita y eminentemente financiera, empieza la gran misión de la joven Iglesia entre los paganos. Bernabé busca a Pablo en Tarso y los dos obtienen gran número de conversiones para Cristo. Desde entonces los paganos les empezaron a llamar “cristianos”.
Parece que en el año 44 hubo una gran crisis económica en Jerusalén. Por iniciativa de Bernabé y de Pablo, los neoconversos paganos regalaron una generosa cantidad de dinero a sus hermanos judíos bautizados en Jerusalén, aún desconocidos para ellos. Al principio del capítulo 12, los Hechos nos refieren cómo Bernabé y Pablo fueron escogidos por el Espíritu Santo y, después del rito sagrado apostólico de la imposición de las manos, fueron enviados a otra misión entre los judíos y paganos de la isla de Chipre, la patria de Bernabé.
El procónsul romano Sergio Pablo se convirtió al darse cuenta de que aquellos hombres eran verdaderamente guiados por el Espíritu Santo, a diferencia de los adivinos, astrólogos y magos que servían al espíritu malo. El sobrino de Bernabé, Marcos, los ayudó en esta primera parte del viaje; pero los abandonó cuando empezaron las mayores dificultades, en la segunda parte del viaje por Asia Menor.
En medio de toda clase de penas y adversidades, provocadas por los judíos y paganos de Listra, encontramos siempre a Bernabé al lado de Pablo. Con humildad confiesa en Antioquia cuánto había hecho Dios por medio de ellos y cómo habían abierto a los gentiles la puerta de la fe (Hech 14, 27). Delante del primer Concilio de los Apóstoles, en Jerusalén, dieron el mismo testimonio. A la vez lograron convencer al sagrado colegio que eximiera definitivamente a los paganos de la circuncisión y las demás cargas rituales del judaísmo, superadas por la libertad de Cristo (Hech 15, 25-31).
Durante el segundo viaje de San Pablo sobrevino un disgusto entre el impetuoso Pablo y el bondadoso Bernabé, por causa de Marcos. Estos dos últimos se limitaron a predicar a Cristo en la isla de Chipre, mientras Pablo empezaba su gigantesca misión por Asia Menor; para los dos apóstoles de carácter tan diferente valía la misma promesa del Señor: <A todo el que me confiese delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre celestial> (Mt 10, 32).
"El Evangelio no lleva al empobrecimiento o desaparición de todo lo que cada hombre, pueblo o nación, y cada cultura en la historia, reconoce y realiza como bien, verdad y belleza. Es más, el Evangelio induce a asimilar y desarrollar todos los valores, a vivirlos con magnanimidad y alegría y a completarlos con la misteriosa y sublime luz de la Revelación".
SI. Ap., n. 18.
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