Redacción
El aspecto exterior de su vida es fácil de narrar, el santo nació el 31 de enero de 1673 en Montfort, un lugar en Bretaña. Procedía de una familia acaudalada. Su padre era abogado.
De los dos hermanos uno era dominico. De cinco hermanas, tres se hicieron religiosas. Su nombre de bautismo era Luis, al que más tarde en su confirmación se agregó el nombre de la Madre de Dios.
A la edad de doce años ingresó a la escuela de los jesuitas en Rennes, donde permaneció durante ocho años. Ya aquí se notaba una doble cualidad en su ser, lo que fue fundamental para su santidad: “un amor sin límites a los pobres y un celo ardiente en la actividad apostólica”.
Durante su estudio de teología en París, 1693 - 1700, mostró aquellas características que hasta el Santo Padre Pío XII señaló en su canonización: una cierta particularidad y aspereza que se podrían haber malentendido. Para el concepto moderno son asombrosos los actos de penitencia que practicó hasta su muerte. Pero a fin de cuentas los santos son hombre excepcionales y no debemos medirlos con la medida de nuestra mediocridad.
En su evolución fue de gran importancia su estancia en el famoso Seminario parisino de Saint-Sulpice, fundado por el Beato Olier (+ 1657). “De Olier adoptó Grignion su amor a la Madre de Dios y por él aprendió la espiritualidad de Bérulle y Condren de la llamada Escuela Francesa”.
Grignion tuvo la suerte de encontrar un superior que protegía a la sociedad contra el jansenismo y el galicanismo.
A pesar de todo, Luis María no decidió entrar a la Sociedad de Saint-Sulpice. Después de su ordenación sacerdotal, el 5 de junio de 1700, fue enviado a Nantes a una comunidad de sacerdotes llamados Clementinos, los que no agradaron al santo por su actitud jansenista y por su pasividad.
Se dirigió entonces al obispo de Poitiers quien le confió la dirección de un hospital. Trabajó con gran amor, sin embargo envidias y celos lo expulsaron e inclusive fue clausurada la reciente Congregación fundada por él con el nombre de “Hijas de la Sabiduría”.
De la Pascua de 1703 a la Pascua de 1704 encontramos a Luis María incansable y activo en el Hospital General de París, una fundación de San Vicente de Paúl. Por las constantes peticiones de los enfermos regresó a Poitiers y restituyó nuevamente la sociedad de Hijas de la Sabiduría, pero pronto tuvo que escapar otra vez por el odio y las intrigas. En 1706 se va a Loreto y a Roma.
El Papa Clemente IX le concedió el título de misionero apostólico. Con este nombramiento confidencial logró el santo la tarea que siempre había imaginado. En muchas partes donde trabajaba por la renovación de la vida religiosa era, como decía el Papa Pío XII, "señal de contradicción" (Lc 2,34).
Luis María era rechazado en algunas regiones de Francia y no se le permitía celebrar Misa, mucho menos predicar ni confesar. En La Rochelle le dieron a comer un alimento envenenado que fue la causa de que desmejorara su salud. Los Via Crusis que hizo en los lugares de misión no fueron siempre del gusto de los párrocos de aquel tiempo, más bien eran símbolo de su vida. La circular que escribió a los “Amigos de la Cruz” está impregnada de radicalidad evangélica y fue escrita con sangre de su corazón.
Tres años antes de su muerte, cuando regresó otra vez a París para fundar la sociedad de las “Misioneras de María”, ya estaban terminadas sus dos obras principales: El Tratado sobre la verdadera devoción a María y El misterio de María.
Para sus sacerdotes misioneros envió de antemano la “Oración profética ardiente” de la que el misionero padre Faber escribe: "Desde las cartas del Apóstol sería difícil encontrar tan ardientes palabras como las de la oración para los misioneros de su Sociedad. La lectura recomienda a todos los que se les hace difícil conservar el primer fuego del amor por las almas en medio de sus numerosas ocupaciones y pruebas."
La última misión la tuvo en St. Laurent-sur Sévre. Agotado por sus esfuerzos sobrehumanos, murió ahí el 28 de abril de 1716 a la edad de 43 años.
Luis María Grignion no pertenece a la lista de aquellos santos que llaman la atención desde el primer momento. Transcurrió bastante tiempo para el descubrimiento de su santidad. Hasta 1888 fue beatificado y pasaron largos años hasta su canonización en 1947.
Luis María Grignion de Montfort fue místico, profeta, apóstol y reformador. Existen pocos santos cuya vida tiene tanta plenitud como la de él, pues no sólo predijo el futuro, sino que él mismo incidió en la formación de ese futuro: desde que fue descubierto su “Tratado de la verdadera devoción a María”, en 1842, comenzó por segunda vez su misión como “misionero apostólico”, y esta vez no sólo en el estrecho espacio de la Bretaña.
Así como San Juan en Patmos vio en imágenes secretos del fin del mundo, así pudo adivinar nuestro santo los acontecimientos de los últimos días. Él vio las luchas de una manera apocalíptica, pero también se percató del papel de María en el triunfo del Reino de Cristo. Esta era la gran idea ardiente de su vida:
“Ut adveniat regnum Christi, veniar regnum Mariæ” (Que triunfe el reino de Cristo, para que venga el reino de María)
Algunos pensamientos de San Luis María Grignion de Montfort
"Reconozco, desde luego, con toda la Iglesia, que no siendo la Virgen más que una simple criatura salida de las manos del Altísimo, si la comparamos con la infinita majestad de Dios, es menos que un átomo, o mejor dicho, una verdadera nada, porque solamente Dios “es el que es”, el Ser que existe por sí mismo, y por tanto, este gran Señor, totalmente independiente y bastándose a sí mismo, no tuvo ni tiene necesidad de María Santísima, absolutamente hablando, para cumplir sus designios y manifestar su poder: con sólo quererlo, puede hacerlo todo" (14).
"Después de todo eso, tenemos, por fuerza, que repetir con los santos: María no ha sido hasta ahora suficientemente alabada, exaltada, honrada, amada y servida" (10).
"Dios sólo hizo y promovió una enemistad, pero ésta de todo punto irreconciliable y que irá en aumento cada vez más hasta el fin de los siglos, es, a saber, la que hay trabada entre María, su dignísima Madre, y el demonio; entre los servidores de la Virgen María y los hijos y simpatizantes de Lucifer. Así pues, la más terrible enemiga del demonio, creada por Dios, es María, su Santa Madre"(52).
Extractos del libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Publicar un comentario