Redacción
Sobre la vida de este santo mártir constan dos hechos ciertos: su existencia y su muerte en el martirio.
Las últimas reformas litúrgicas han pretendido eliminar su culto público. De hecho la Sagrada Congregación de Ritos suprimió del calendario la fiesta de San Jorge, quien probablemente vivió y murió durante las persecuciones anteriores a Constantino en algún lugar cercano a Palestina.
En Lyda, de Palestina, fue dedicada en su honor una basílica en el siglo IV, frecuentemente visitada por peregrinos de Jerusalén; pero el año 1191 esta basílica fue destruida por el furor islámico de las tropas de Saladino.
El culto a San Jorge es muy antiguo y seguramente se extendió por toda Europa, por medio de los caballeros de las Cruzadas, que lo invocaban en sus encarnizadas batallas.
Las leyendas de su victoria sobre un poderoso dragón, al rescate de la hija del rey, y las diferentes torturas que sufrió por órdenes del gobernador Daciano, junto con espectaculares milagros en su favor, figuran en los relatos populares que surgieron probablemente en el siglo XII.
Muchos países, ciudades e instituciones, como la de los “boy scouts”, lo han elegido como patrón. La razón es el hecho de que San Jorge representa una actitud evangélica esencial. Es un hombre sincero, heroico y fiel hasta la muerte en su lucha contra el enemigo. Asimismo, vemos en su vida realizado el famoso aforismo de Cristo: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21).
Ciertamente el César, al pretender la apostasía de los cristianos, excedía los límites de su jurisdicción; por lo tanto San Jorge, junto con millones de cristianos mártires, prefirieron perder la vida terrena antes que ceder a sus exigencias irracionales. San Jorge dio a Dios lo que le pertenecía: su conciencia, su lealtad, su misma vida para obtener la eterna.
Nuestro santo tiene importancia ecuménica, porque es muy honrado en las Iglesias ortodoxa y anglicana. El rey Eduardo III de Inglaterra fundó la “Orden de la Charretera” y nombró a San Jorge patrono principal. Actualmente hay más de 150 iglesias anglicanas dedicadas a este santo en ese país.
El Papa Benedicto XIV lo nombró protector de Inglaterra. Su intercesión puede, ciertamente, obtener que el pueblo inglés se vea libre de la exagerada ingerencia del Estado en los asuntos de Dios y de la Iglesia (véase vida de Santo Tomás Moro, el 22 de junio).
En nuestra vida moderna, debemos presentar a los cristianos que conducen vehículos un modelo de caballerosidad y buenas maneras. San Jorge y San Cristóbal están llamados a ser protectores y modelos de los conductores de automóviles.
¡Qué útil sería, en nuestros días, implorar para todos, de estos santos, un mayor espíritu de responsabilidad, un cuidado más solidario de las vidas humanas y, sobre todo, el vencimiento del dragón del alcoholismo, la vanidad y la irresponsabilidad, vicios que continuamente están ensangrentando nuestras calles y carreteras!
“El culto que Dios nos pide—expresado en la oración y la liturgia—se prolonga en la vida diaria, a través del esfuerzo por convertirlo todo en ofrenda. Como miembro de un pueblo ya santificado por el Bautismo, los cristianos estamos llamados a manifestar esta santidad “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Santidad que exige el cultivo de las virtudes sociales como de la moral personal. Todo lo que atenta contra la dignidad del cuerpo del hombre, llamado a ser templo de Dios, implica profanación y sacrilegio y entristece al Espíritu. Esto vale para el homicidio y la tortura, pero también para la prostitución, la pornografía, el adulterio, el aborto y cualquier abuso a la sexualidad”.
D. P., n. 252.
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