San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia - 4 de abril
Redacción
A la muerte de sus padres, el pequeño Isidoro quedó al cuidado de su hermano Leandro, casi veinte años mayor que él. También Leandro llegó a ser obispo de Sevilla y el Papa Gregorio lo elogió y lo calificó de “columna de la ortodoxia” contra la herejía de los arrianos.
Parece ser que la educación del joven Isidoro, vigilada por Leandro, no lo llevó al anticlericalismo, sino que, por el contrario, Isidoro se interesó muchísimo en las ciencias teológicas y la vida monástica.
La disciplina de la vida monástica había quedado quebrantada por los desórdenes políticos que se originaron a raíz de la caída del Imperio romano de Occidente, por la gigantesca invasión de Europa por parte de los pueblos germanos y también por las divisiones internas de la Iglesia.
Los frailes rogaron a Isidoro presentarles una nueva regla, cosa que realizó con tanta maestría, lógica, orden y espíritu evangélico, que aquella “regla de los monjes” serviría como guía ejemplar durante muchos siglos. Para nosotros es importante hacer resaltar el pensamiento fundamental de San Isidoro, es decir: delante de Dios todos los hombres son iguales; por lo tanto, en ningún monasterio debe existir la distinción entre hombres libres y siervos.
Llamado para ayudar a su hermano, el obispo Leandro, en el gobierno de la diócesis de Sevilla, Isidoro le sucedió después de su muerte, hacia el año 600.
Continuó la ingente obra de conducir al pueblo visigodo de la herejía arriana, en la que había sido educado, a la doctrina y unidad de la Iglesia Romana. Completó la liturgia mozárabe, todavía hoy existente entre los godos.
Sin exagerar, se puede afirmar que fue el obispo y teólogo más grande de los primeros siglos de la España católica. Como un auténtico Padre de la Iglesia, conoció profundamente todas las lenguas y ciencias clásicas del saber humano, las conservó, unificó y adaptó a la cultura cristiana en varias obras famosas, que fueron leídas y citadas durante toda la Edad Media.
Sobresalen entre ellas las Etimologías, un libro litúrgico De officiis, acerca de la ley eclesiástica Colecta Isidoriana, y muchas otras. Para la historia civil es de valor incomparable la Historia de los godos. Famosa era su biblioteca, en la cual tenían un puesto de honor todas las ediciones de la Biblia que entonces estaban al alcance de los teólogos.
Si España pudo resistir más tarde a los ataques del Islam, se debe seguramente a su profunda organización teológica. Esto se demuestra en los decretos que San Isidoro legó para la celebración de sínodos y concilios. Tienen tanta actualidad, que, en parte, ayudaron para organizar el Concilio Vaticano II. La costumbre eclesiástica de levantar seminarios diocesanos fue introducida igualmente por él.
San Isidoro de Sevilla presidió la celebración del IV Sínodo de Toledo, en el año 633. En aquel sínodo se determinaron, entre otros artículos, los derechos de la Iglesia en relación con la sociedad civil, para mantener lo que entonces se consideraba de “origen divino”: la unión de ambos poderes.
Entregó su alma al Señor el mismo año. Fue declarado doctor de la Iglesia en 1722.
“La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados, se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven esas estructuras o las rigen”.
E.N., n.36.
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