Redacción
En Sigmaringa, al sur de Alemania, nació Marcos Roy de familia noble. Su padre era, por entonces, alcalde de la ciudad.
Educado por los monjes benedictinos, el santo recibió una cultura elevada que se complementó con los estudios académicos en las universidades de cuatro países diferentes. El año de 1603, Marcos se doctoró en derecho civil y eclesiástico.
Las perspectivas de su carrera de derecho eran muy halagüeñas. Sin embargo, pronto advirtió cómo la corrupción había llegado hasta transformar lo más sagrado de la justicia humana en una clara injusticia.
Desilusionado por ese ambiente, buscó sus ideales de honradez y autenticidad en la vida religiosa, por medio de los consejos evangélicos, y solicitó ser admitido entre los frailes capuchinos, los que apenas habían iniciado su apostolado en la Alemania invadida por el protestantismo.
Los frailes lo aceptaron y, por sus elevados estudios, le concedieron la ordenación sacerdotal, dispensándolo, naturalmente, de los cursos normales. Marcos Roy hizo sus votos solemnes en la fiesta de San Francisco de 1613 y recibió el nombre de Fidel.
Su fortuna fue destinada a los estudiantes pobres. Del mundo corrupto de la riqueza, se convirtió en pobre hermano de San Francisco.
Empezó a predicar nuestro santo junto al lago de Constanza. Era la zona donde los estragos de la guerra de los Treinta Años habían dejado la moral y la religión por los suelos. En la población habían surgido muchos prejuicios contra la vida monástica. Llevar en ese ambiente, en público, el hábito de fraile capuchino, exigía un valor extraordinario.
La predicación y el ejemplo del joven misionero causaron gran admiración en el pueblo que todavía conservaba un rescoldo de tradición católica. Finalmente la población quedó gratamente impresionada por la entrega evangélica del fraile a favor de los enfermos de tifo, a los cuales asistía, día y noche, para administrarles los sacramentos.
En 1622 los superiores lo enviaron a una parte de la Suiza oriental que había apostatado totalmente de la religión católica. Los predicadores calvinistas lo calumniaron, desde un principio, presentándolo como un agente político de la Austria católica.
Cuando empezó a predicar en la iglesia católica de Seewis, el 24 de abril de 1622, se formó una conspiración masiva contra él. Al salir del templo, fue asesinado despiadadamente.
Al darle su hábito, el maestro de novicios le había dicho: “Esto fidelis” (Sé fiel hasta la muerte).
Como vemos, cumplió su promesa. En el libro del Apocalipsis, Dios promete a estos testigos fieles la corona de la vida (cfr. Ap 2, 10). El primer mártir de los frailes capuchinos, en Europa, es el patrono de los juristas. Sus restos mortales descansan en la catedral de Chur, en Suiza.
“No es posible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad.”
E. N., n. 31.
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