Redacción
Este gran santo de Polonia, confesor y mártir, como un segundo Juan Bautista, se reveló contra el adulterio de su escandaloso rey, y por eso perdió la vida.
Fue un hijo largamente esperado, fruto de 30 años de fe y oraciones. Su padre, militar de la alta nobleza, lo envió a París para cursar leyes y teología, dadas sus dotes intelectuales y morales.
Al regresar a su tierra natal ya no encontró a sus padres; distribuyó su herencia entre los pobres y entró al cabildo catedralicio del obispo Lamberto de Cracovia, quien lo ordenó sacerdote.
A la muerte de Lamberto, Estanislao fue declarado su sucesor por unanimidad de votos; al aceptar el obispado de Cracovia ante Dios y ante la Iglesia, perdió todo temor a la malicia de los hombres.
Para dar un buen ejemplo, duplicó sus ejercicios de penitencia, ayunó con rigor, usaba ropa corriente y, a cualquier hora, atendía hasta al pordiosero más humilde. Rápidamente la fama de su bondad se extendió por todo el país; a menudo los pobres rodeaban su casa con la seguridad de no retirarse con las manos vacías.
En sus viajes anuales de visita pastoral se enteró de la indolencia, rencor, superstición y escándalo público de príncipes y clérigos. No descansaba hasta que los culpables se arrepentían y mejoraban su conducta, logrando todo esto a base de bondad y de castigo. Pero no pudo acabar con uno de los más grandes escándalos: el comportamiento adúltero del rey Boleslao II, que servía de pretexto a sus súbditos para disculpar su propia degeneración moral. Nadie se atrevía a enfrentarse al rey cuando éste raptaba a las mujeres de sus vasallos, a los que mandaba decapitar.
El obispo Estanislao, en cambio, amenazó con excomulgarlo si persistía en sus actos de violencia. El déspota rey se rió de él y trató de presentarlo ante el pueblo como un farsante, pero no tuvo éxito.
El obispo lo amonestó otras dos veces y luego lo excomulgó. Boleslao, furioso, resolvió asesinarlo, pero sus primeros intentos fallaron.
En vano rogaron con insistencia al obispo Estanislao que huyera ante las asechanzas del rey. No quiso abandonar su grey como un mercenario cobarde, sino cumplir valientemente su obligación de pastor.
Las amenazas se cumplieron. En la solitaria iglesia de San Miguel, en las afueras de Cracovia, Estanislao fue asesinado durante la Misa, el 11 de abril de 1079. Su cuerpo, mutilado, quedó abandonado en el campo para servir de alimento a los lobos y a los cuervos.
Con la muerte de Estanislao se completó la conversión de su pueblo.
Los restos de Estanislao descansan en la catedral de Cracovia.
“Estanislao había nacido en la primera mitad del siglo XI, en la localidad de Szczepanów, en las cercanías de Cracovia. Por su profunda piedad y su preparación cultural fue nombrado canónigo de la catedral por el obispo Lamberto Zula. A la muerte de Lamberto, el Papa Alejandro II, a petición del clero, del pueblo y del mismo rey Boleslao II el Audaz, elevó a Estanislao a la sede de Cracovia.
Dice la historia que las relaciones entre el obispo Estanislao y el rey Boleslao II, serenas al principio, se deterioraron después a causa de las injusticias y crueldades cometidas por el rey contra sus súbditos. El obispo de Cracovia, auténtico “buen pastor” (cfr. Jn 10, 10-14), defendió a su grey. El rey respondió con la violencia. El obispo Estanislao fue muerto mientras celebraba la Eucaristía. Todavía están visibles las señales de los duros golpes mortales en el venerado cráneo del mártir, preciosamente conservado en un artístico relicario.”
Juan Pablo II, discurso a los cardenales y obispos invitados a la
celebración de San Estanislao, en Cracovia, el 9 de junio de 1979.
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