L
os habitantes de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil enfrentan una situación de horror ante el colapso de los servicios hospitalarios y funerarios a resultas de la pandemia del SARS-Cov-2: hasta ayer, al menos 111 cadáveres permanecían en domicilios particulares a la espera de ser recogidos por las autoridades, mientras el lunes otros 400 habían sido recolectados después de permanecer insepultos durante días, y un número indeterminado de cuerpos es abandonado cada día en las calles. No todos los fallecidos en la mayor urbe de Ecuador en los días recientes pueden atribuirse al virus, pero el temor al contagio obstaculiza el correcto tratamiento de los cuerpos.
El escenario descrito se produjo al combinarse la saturación de los hospitales, los cuales rehúsan recibir pacientes incluso cuando muestran síntomas claros de la enfermedad Covid-19, una semejante parálisis en las morgues locales, y el cierre de los servicios funerarios privados, algunos de cuyos dueños han preferido suspender actividades antes que exponerse a un posible contagio. No se puede minimizar la gravedad de la crisis sanitaria que atraviesa Ecuador, ya que, por establecer un término de comparación, los 2 mil 758 casos positivos existentes en esta nación de 17 millones de habitantes equivalen proporcionalmente a que México enfrentara en estos momentos más de 20 mil contagios, lejano de los mil 215 confirmados.
Además del total de contagios, es preocupante que más de la mitad de quienes se someten a una prueba para la detección del coronavirus dan positivo y que los resultados puedan demorar hasta una semana en ser entregados. Lo anterior se traduce en que al número elevado de casos deba sumarse un subregistro de proporciones alarmantes.
Pese a que fue uno de los primeros en imponer un drástico cierre de fronteras y de que se encuentre en vigor un toque de queda extendido, Ecuador se convirtió en el país latinoamericano con el mayor índice de contagios y letalidad del virus debido a su estrecha conexión demográfica con España (422 mil ecuatorianos viven en esa nación, y muchos visitan su tierra de origen de forma periódica), una de las regiones más afectadas por la propagación del coronavirus, así como a los rezagos estructurales de su sistema de salud, pero la tercera causa, de no menor importancia, debe buscarse en la traición del presidente Lenín Moreno a la plataforma político-programática que lo llevó al poder en 2017 y en el regreso de los dogmas neoliberales de desmantelamiento de los sistemas de previsión, así como el establecimiento de un límite de endeudamiento que sólo puede romperse para pagar intereses a los acreedores, mas no para impulsar el bienestar social.
De esta manera, lo que subyace a la propagación descontrolada del SARS-Cov-2 y a la situación desesperada de los guayaquileños es un gobierno empeñado en congraciarse con Washington, con el Fondo Monetario Internacional y con los grandes capitales globales a expensas de la desarticulación del incipiente sistema de seguridad social construido a lo largo de una década de revolución ciudadana.
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