A
los daños que ocasiona de manera directa, el Covid-19 suma un efecto colateral que está alcanzando proporciones inquietantes. Se trata del miedo convertido en agresión, que a los ojos de muchos convierte en paradójicos enemigos
a quienes más esfuerzos están haciendo por combatir la enfermedad: médicos, enfermeras y personal de salud que están poniendo en riesgo su propia integridad a la hora de desempeñar su labor, y son hostigados por sectores de la población que los ven como potenciales factores de contagio del virus.
Aunque el fenómeno de estas agresiones ha sido consignado en gran número de países, es probable que sus alcances sean aún mayores, porque la numeralia de la pandemia no siempre incluye incidentes de ese tipo, concentrándose en defunciones, contagios, curvas de crecimiento, etcétera. Pero aun así, la cantidad de reportes sobre ataques físicos y verbales a los encargados de luchar en primera fila contra el coronavirus se multiplican.
En México, las acometidas contra personal de los distintos centros de salud que dan atención a pacientes infectados o sospechosos de estarlo se vienen sucediendo desde hace semanas. Ya a finales de marzo pasado, en Guadalajara, un profesional de la salud fue agredido en una parada de camión media docena de enfermeras recibieron un baño de cloro, mientras eran obligadas a bajar del transporte público en el que iban a su trabajo. Precautoriamente, las autoridades locales de salud recomendaron a médicos y enfermeras circular por las calles sin uniformes o batas.
Durante la primera semana de este mes los casos se incrementaron, especialmente en la Ciudad de México, y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) recibió una veintena de denuncias, precisamente por discriminación ejercida en contra de hombres y mujeres integrantes del sistema de salud, a los que se sumaron varias personas presuntamente diagnosticadas con Covid-19. El Gobierno local informó, poco después, que había decidido reforzar los servicios de vigilancia capitalinos en los que se atendía a pacientes afectados.
Un episodio particularmente áspero se produjo en una clínica del Instituto Médico del Seguro Social (IMSS) de Azcapotzalco, donde media docena de familiares de un paciente que perdió la vida a causa del coronavirus agredieron a médicos y enfermeros que para evitar que se contagiaran les habían impedido ver presencialmente al enfermo. Y ayer, el director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado solicitó a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital que brindara protección especial a médicos, enfermeras, personal de salud y ciudadanos que, en el contexto de la contingencia por la pandemia, acudan a las instalaciones del instituto. La dependencia policiaca informó que había movilizado elementos para tales fines.
También ayer, en su conferencia vespertina, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, se refirió al tema, apuntando que las agresiones –generalmente cometidas fuera de los nosocomios– son canales de la ignorancia y del miedo que la enfermedad causa en mucha gente, lo que no basta para excusarla. Y pidió, además de respetar a los profesionales de la salud que tienen la misión de enfrentar la pandemia día con día, no difundir miedos injustificados ni información falsa que contribuya a generarlos.
Es ciertamente una buena reflexión, que ojalá llegue a quienes confunden, en medio de la contingencia, al mensajero con las malas noticias.
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