Redacción
Es un hecho providencial que los irlandeses tengan como su canto y misionero más grande a un hombre que nació en Inglaterra. Fue bautizado y educado como católico hasta la edad de 16 años.
En este tiempo fue raptado, con muchas otras personas, por piratas irlandeses todavía paganos. Fue vendido como esclavo y tuvo que trabajar como pastor; sin embargo, Patricio ofreció los seis años penosos de su juventud, a Dios.
Por entonces logró huir y llegar otra vez a Inglaterra. Sentía el llamamiento de Dios para dedicar su vida como misionero en esa “Isla Verde”, cuyos habitantes consideró como sus futuros hermanos en el amor de Cristo, ya que conocía perfectamente su lengua y sus costumbres.
Aceptado por el obispo Germanus, de Auxerre (Francia), fue ordenado y unos años después consagrado “obispo misionero” de Irlanda.
Durante 30 años se dedicó a la evangelización de aquel pueblo, a pesar de que algunos fanáticos paganos y sus hechiceros trataron de matarlo varias veces.
Su arma era caminar sin armas por este mundo, fundar comunidades de vida monástica y convertir ante todo a los hijos de los príncipes, quienes eran después sus mejores cooperadores.
Diariamente trató de ofrecer a Dios el rezo de los 150 salmos que figuran en el breviario de los sacerdotes, durante todo un mes. Ofrecía a Dios penitencias voluntaria a favor del pueblo irlandés, que finalmente desarrolló una fe tan arraigada, que no ha podido ser quebrantada por todo el poder de la persecución inglesa –muy larga, cruel y discriminatoria-. Muchos misioneros y emigrantes han llevado desde Irlanda la fe católica a los Estados Unidos, a Australia y a varias regiones de misión.
El éxito del catolicismo en los Estados Unidos no se puede explicar sin la abnegación y el heroísmo de los inmigrantes irlandeses, seglares, sacerdotes y religiosos. Por eso la fiesta de San Patricio se identifica con la fiesta del catolicismo en los Estados Unidos de Norteamérica.
Iglesia y pueblo forman en Irlanda una admirable unidad que ciertamente vencerá las acciones terroristas de un pequeño grupo desobediente a sus pastores y apoyado por grupos terroristas del extranjero.
“Cuando el sucesor de Pedro se encuentra por primera vez en tierra irlandesa, en el suelo de Armagh, no puede dejar de recordar la primera venida aquí, hace más de mil quinientos años, de San Patricio. Desde el día en que fue pastor de Slemish, hasta su muerte en Saul, Patricio fue un testigo de Jesucristo. No muy lejos de aquí, en la colina de Slane, se dice que él incendió por primera vez en Irlanda el fuego pascual, de tal manera que la luz de Cristo ha iluminado a Irlanda entera y ha unido al pueblo entero en el amor del único Jesucristo.
“Que yo permanezca fiel hasta el fin de mi vida a la luz de Cristo”. Esta era la oración de San Patricio. “Que el pueblo de Irlanda permanezca fiel a la luz de Cristo”. Esta era su oración constante por los irlandeses.” Juan Pablo II en Irlanda, 29 de septiembre de 1979.
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