Redacción
“Afortunadamente cuento con un Amigo que no se separa de mí en ningún momento y es él quien me brinda apoyo en los momentos difíciles. Con su ayuda, nada me es pesado. ¡Cómo agradezco a Cristo el haberme señalado, a través del ejemplo de su propia vida, el sendero que ahora recorro!” Así escribió en una carta a su madre el joven trabajador francés Marcel Callo, que murió de inanición en el campo de concentración de Mauthausen (Austria) el 19 de marzo de 1945.
Marcel Callo nació el 6 de diciembre de 1921 en Rennes y fue el segundo de nueve hijos. La familia era pobre, el padre trabajaba en el pueblo; la madre, como sirvienta con algunas familias.
Marcel era lo que llaman los franceses un “auténtico bretón” terco y enérgico. El no permitió que sus talentos se desenvolviesen sin dirección alguna. El muchacho necesitó años para dominar su temperamento. A ello le ayudó mucho la responsabilidad que tuvo dentro de la Juventud Obrera Católica. De día Marcel trabajaba de impresor en una editorial, y no guardó secreto respecto a su convicción católica. “Él tuvo sólo una cara, y ésta cara de cristiano la mostró por doquier”, afirmó uno de sus amigos.
En 1940 Francia fue ocupada por las tropas alemanas. El compromiso de Marcel con la Juventud Obrera Católica (JOC) se vio por primera vez pública. Durante la Cuaresma del año 1941, gracias a la labor de Marcel muchos jóvenes encontraron nuevamente el camino hacia la Iglesia. En una junta de sacerdotes, el párroco de Marcel decía a los padres del decanato presentes: “A cada párroco de la Bretaña deseo un Marcel Callo”.
En todo lo que emprendía Marcel no sólo mostró valor, sino también fantasía. El y sus compañeros de la JOC dedicaron su tiempo libre al “centro de recepción” del ferrocarril de Rennes, a donde llegaban miles de refugiados. Allí buscó obtener contacto con sus paisanos que habían sido llevados a Alemania para efectuar trabajos forzados. Durante estos fugaces contactos, Marcel y sus compañeros “perdieron” una y otra vez sus brazaletes con el emblema de la Cruz Roja. Discretamente los ponían en los brazos de los jóvenes que peligraban ser deportados a Alemania. Con este brazalete valían como ayudantes de la Cruz Roja y podían subir a cualquier vagón que los llevara a la libertad. En el centro de recepción se sospechaba respecto de la pérdida de tantos brazaletes, pero no se enteraron del truco.
Esto señala lo fácil que hubiera sido para Marcel salvarse de su propia deportación. El 19 de marzo de 1943 fue enviado a un campo de trabajo forzado en Zella-Mehlis, Turinga. Marcel vio en el evento una misión apostólica. “Para ayudar a los demás a aguantar, me voy a Alemania. Me voy como prisionero y no como preso.” Durante su reducido tiempo libre en el campamento, Marcel luchó contra la despersonalización y la desesperación de los compañeros.
Allí fundó un club de teatro, un club deportivo, organizó discursos y meditaciones. También buscó a escondidas contactos con la Asociación de Juventud Obrera Alemana (CAJ). Para afianzar su lealtad hacia Cristo, Marcel se obligó a un riguroso programa de vida espiritual. El preso voluntario fue el líder indiscutible para los mil adolescentes del campamento.
El 19 de abril de 1944, la Gestapo arresta a Marcel después de haber recibido aviso de un traidor en el sentido de que Marcel significaba sostén religioso para sus camaradas. Su amigo Joel Poutret relata: “Yo tuve el turno nocturno de vigilancia y me encontraba en la barraca cuando entró Marcel a eso de las 23 horas. “¿Qué hay, Marcel, estás enfermo?” “¡Estoy arrestado!”, me respondió. Un policía de la GESTAPO entró tras Marcel y se dirigió a su closet para confiscar sus libros. “¿Por qué arresta usted a mi compañero?” “Este señor es demasiado católico”, contestó. Entonces se llevaron a Marcel a la prisión de Gotha. La última carta de su madre logró esconderla en sus zapatos.”
Durante medio año permaneció Marcel en custodia de la guardia nazi (SS). En una ocasión recibió una gran alegría cuando alguien logró introducir a su celda la Sagrada Comunión. El 5 de octubre de 1944 Marcel fue trasladado al campo de concentración de Buchenwald, pero a causa de un bombardeo sobre la ciudad, el transporte tuvo que ser desviado hacia Hof y luego a Mauthausen en Austria.
A través de testigos oculares, se llegó a saber algo respecto a este infierno. Marcel recibió en cuatro ocasiones latigazos tan brutales, que su vida peligraba. Su jornada de trabajo era de 14 horas. El único alimento al día no merecía el nombre de comida. El día de su muerte, 19 de marzo de 1945, tenía la edad de 23 años.
En la fiesta de San José de 1943 empezó voluntariamente su Via Crucis; dos años más tarde, también en la fiesta de San José, terminó su vida ejemplar en la tierra.
Fue beatificado en Roma el 4 de Octubre de 1987.
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