L
a capital del país es una urbe de migrantes desde su nacimiento. La fundó una tribu llegada del norte: los mexicas, quienes en unos islotes en medio del lago levantaron la imponente México-Tenochtitlan, sobre cuyos vestigios otros migrantes venidos de ultramar –los españoles– establecieron la Ciudad de México.
A lo largo de casi 700 años ha recibido innumerables personas de tres continentes y todos han dejado alguna huella, así es que no es de extrañar que tengamos un parque japonés en Coyoacán . Se le conoce popularmente como la pagoda
, pero su nombre oficial es Masayoshi Ohira.
Se encuentra en la colonia Country Club, que se desarrolló en los años 40 del pasado siglo en los terrenos que había ocupado un enorme campo de golf, vecino de los Estudios Churubusco. Surgió con la idea de que los actores y actrices de la época de oro del cine mexicano construyeran sus mansiones, dada la cercanía con los estudios.
La historia de estos foros de filmación, inaugurados en 1945, está íntimamente ligada a la del cine nacional. Aquí se ha producido lo mejor y lo peor, fueron los primeros estudios cinematográficos en América Latina y aún son los más grandes y continúan vigentes.
Originalmente eran sólo para producciones nacionales, pero también se han filmado extranjeras, como Frida, con Salma Hayek. En sus 75 años de vida se han producido más de 3 mil películas, entre cortometrajes y largometrajes.
Como todo fraccionamiento de postín se le construyó un parque, el cual inauguró en 1942 el regente de la ciudad, Javier Rojo Gómez. Una pagoda, que era la oficina de bienes raíces de la colonia, lo distinguía, por lo que se le conoció con ese nombre. En los años 70 un incendio la destruyó, pero se le siguió conociendo como parque la pagoda.
En mayo de 1980 llegó de visita oficial a México el entonces primer ministro de Japón, Masayoshi Ohira, con el fin de mejorar las relaciones bilaterales entre ambos países. El encuentro fue muy exitoso dando como resultado acuerdos comerciales que iniciaron un fructífero intercambio. Para conmemorar el acto se decidió remodelar el parque en un estilo tradicional japonés, el cual conserva hasta la fecha, y se le dio el nombre del ministro.
Después de la triunfal inauguración el parque no volvió a tener mantenimiento –nuestro permanente mal– por décadas, hasta padecer un total deterioro. Por fortuna, en 2014 se remodeló integralmente con fondos donados por la Asociación México Japonesa, que también donó ejemplares de sus famosos árboles de cerezo o sakura, los cuales –como ya había anunciado casi un siglo atrás el jardinero Matsumoto– duraron poco con el clima de la Ciudad de México. Tuvieron mejor suerte las otras especies nativas de ese país como wisterias, ciruelos, peonias y arces que fueron plantados por la embajada de Japón y la delegación Coyoacán.
Es un relajante oasis en el sur de la capital. El diseño del lugar lo traslada al país del sol naciente con un pequeño lago, un riachuelo, puentecillos, piedras, un portal sintoísta o torii y árboles frondosos de gruesos troncos que seguramente datan del primer parque de 1942. En otra área hay juegos infantiles y una casa para adultos mayores.
Cerca se encuentra uno de los restaurantes más apreciados por quienes se han alejado de los alimentos que comemos los omnívoros: el Paraiso Vegetariano, en la calle Atletas 3, colonia Country Churubusco. El lugar es pequeño, agradable, sin pretensiones, tiene productos a la venta, una sabrosa carta y todos los días un menú distinto de buen precio. El día que fui había crema de zanahoria, tortitas de huauzontle en salsa pasilla, brócoli en salsa bechamel con queso provolone, berenjenas en jitomate o aguacate relleno de ensalada rusa. A la carta hay ensaladas, pastas, enmoladas, cus cus, chapatas –mi favorita fue la de portobello con salsa de queso parmesano. También hay jugos y postres novedosos como el cupcake de chai.
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