L
os resultados económicos en el primer año de gobierno del presidente López Obrador han sido bastante famélicos, aunque algunos indicadores fueron positivos, como el tipo de cambio y la inflación.
Sin embargo, más allá de factores internos y externos que motivaron la desaceleración económica del país desde mediados de 2018 y el desastre heredado por seis gobiernos neoliberales, lo cierto es que con el mismo modelo, el mismo manual y las mismas estrategias
era más que previsible que los famélicos resultados se repetirían y ni lejanamente las cosas saldrían como se estimaron en el origen de la actual administración.
Desde el triunfo electoral de 2018 y la llegada de López Obrador a Palacio Nacional muchas son las políticas reorientadas, siempre con la promesa de que el modelo neoliberal se echaría al bote de la basura tras 36 años de fracasos para el país (el balance para el grupúsculo que se benefició hasta el hartazgo es otra historia).
En pocas palabras, transcurren los meses, se repiten los famélicos resultados y cuando México despertó el modelo neoliberal sigue allí.
El modelo neoliberal no se acabará por medio de un decreto, ni por mucha buena voluntad que tenga López Obrador en su carácter de sepulturero de casi 40 años de política económica depredadora.
Sin cambios reales en la política económica, lo que sucedió en 2019 puede ser el principio de un sexenio con resultados más que famélicos y continuador del descenso permanente registrado gobierno tras gobierno.
Por ejemplo, en el sexenio salinista el crecimiento anual promedió 3.9 por ciento (México venía de muchas décadas con un poco mayor a 6 por ciento anual); con Zedillo, esa proporción se redujo 3.5 por ciento; con Fox a 2.3 por ciento y con Calderón a 1.8 por ciento. Ya con EPN a duras penas llegó a 2 por ciento.
Sin cambios en la política económica, como van las cosas en el presente sexenio, en el mejor de los casos se repetiría la dosis: 2 por ciento anual en promedio, es decir, la mitad de los comprometido por López Obrador, y una proporción que sólo mantendría el país en el hoyo, en el que lo metieron seis gobiernos neoliberales.
Desde su llegada a Palacio Nacional, el presidente López Obrador ha reiterado que se acabó la pesadilla del neoliberalismo
; que éste se acabó en México
, pero el estilo
se mantiene y, por lo mismo, los resultados son igual de raquíticos que antaño.
Todo indica que no es falta de voluntad presidencial, sino carencia de alternativas que debería presentar y explicar los especialistas en la materia que forman parte de su gobierno. Tal vez la presión sobre el particular orilló al subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio González (ni siquiera el titular de esa cartera, Arturo Herrera, se animó), a tomar micrófonos y aventarse al ruedo.
La Jornada lo informó así (Alejandro Alegría): El gobierno del presidente López Obrador dará un cambio de timón mediante reformas (¿cuáles?, ¿cuándo?, en qué áreas?, ¿a partir de qué momento?, etcétera) que impulsen la economía para hacerla más incluyente, afirmó ayer la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), dependencia que mantendrá su estimación de crecimiento para este año
.
Ante la contracción de 0.1 por ciento del PIB, de acuerdo con el Inegi, Yorio González dijo que el gobierno federal busca reforzar la economía popular, acercarse a todos los grupos excluidos. Los cambios de timón los vamos a dar con el set (conjunto) de reformas que vamos a proponer
.
Así, lo dicho por el subsecretario suena más hueco que un huevo vacío, pues lo soltó más como ocurrencia que con bases, métodos y alcances. Lo dicho por Yorio no alcanza y es otro discurso, de los que los mexicanos están hasta el gorro.
Las rebanadas del pastel
Tal vez, sólo tal vez, si en la Secretaría del Trabajo dejan a un lado la improvisación y erradican el ostentoso intervencionismo foráneo –esas manos externas muy cercanas a la titular de esa dependencia– en la toma y priorización de las decisiones, entonces las cosas empiecen a mejorar.
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