Redacción
Según una estadística oficial, entre 1879 y 1914 emigraron catorce millones de italianos, en su gran mayoría a los Estados Unidos de América. Allí les esperaba, generalmente, una suerte muy difícil. Algunos fueron discriminados por su origen, su lengua y su religión no pudieron conseguir empleo.
A otros les dieron los trabajos más humildes y pesados.
En la primavera de 1889 se dio a conocer una religiosa italiana, fundadora de una Congregación llamada “Misioneras del Sagrado Corazón”. El Papa León XIII le confió el cuidado de sus compatriotas en los Estados Unidos, pero el arzobispo de Nueva York vio con malos ojos a la fundadora y le aconsejó que con sus seis religiosas se regresara a Italia. Ella contestó al prelado:
No, excelencia, no volveremos; este es nuestro campo de misión; estamos aquí por voluntad del mismo Sumo Pontífice”.Francisca fue la decimotercera hija de una familia campesina y quedó huérfana a los 20 años de edad. En la parroquia pobre de su patria chica trabajó como maestra y enfermera, y más tarde buscó compañeras para fundar una Congregación que atendiera a los niños huérfanos.
El obispo de Lodi invitó a las religiosas a que trabajaran a favor de los emigrantes italianos. En los Estados Unidos la madre Francisca tuvo que superar muchísimas dificultades. Algunos italianos sin trabajo se habían entregado a los vicios y habían cometido diversos crímenes.
Las religiosas no sólo asistieron a los inmigrantes dispersos en las grandes ciudades, sino también visitaron las cárceles para hablar y rezar con los presos italianos en su propia lengua, y acompañaron a algunos de ellos, condenados a muerte, hasta la silla eléctrica. Los presos italianos de Chicago les regalaron un coche de caballos para que no tuvieran que caminar tanto en sus visitas semanales a la cárcel.
En sus 35 años de apostolado en los Estados Unidos, la madre Francisca Javier Cabrini fundó 67 instituciones para el cuidado de los enfermos abandonados y pobres. También organizó escuelas catequísticas para niños y adultos de origen italiano, a fin de que no perdiera su fe en un ambiente materialista. Para conseguir ayuda económica y de personal cruzó unas treinta veces el océano.
Su extraordinaria capacidad administrativa iba a la par con su fe profunda. Durante la noche la madre Francisca pasaba horas enteras delante el Santísimo Sacramento para pedir favores especiales. Con frecuencia escribía sus peticiones y ponía sus escritos delante del sagrario. Tenía una confianza ilimitada en la intercesión de la Virgen Santísima. Una vez le preguntaron sobre el secreto de su éxito, y contestó:
Nunca dudar de Jesús ni de María, pero en cuanto a mi propia persona, miren un vaso de agua: yo no soy más que ese vaso”.Cuando la madre Cabrini se había despedido de su humilde pueblo de Cadogno, Italia, en 1889, para ir a los Estados Unidos, su confesor le dijo: “Madre, ¿por qué quiere ir tan lejos? Deje esos ambiciosos planes para personas de capacidad y santidad excepcionales”. Sin saberlo, el modesto sacerdote había previsto lo que Dios quería hacer de esta religiosa.
Murió el 22 de diciembre de 1917, en Chicago; para entonces su Congregación contaba con 2,000 religiosas y 70 casas. El 7 de julio de 1946 el Papa Pío XII canonizó a Francisca Javier Cabrini, que fue la primera santa norteamericana. Después de la segunda guerra mundial fue declarada patrona de los “inmigrantes”.
“La pastoral de los emigrantes… es tarea de toda la Iglesia local: sacerdotes, religiosas y laicos… Por una parte, deben ayudarlos a salvaguardar o, mejor, robustecer sus valores religiosos, familiares y culturales, cuando éstos son fruto de generaciones cristianas, pues se corre el riesgo de que aquellos sean destruidos sin que nada los sustituya realmente. Por otra parte, tampoco puede olvidar que estos emigrados están ya marcados por el país de acogida, donde también les corresponde desempeñar una tarea, por las relaciones que se entablan entre los adultos en los ambientes de trabajo y, más aún, en la escuela y lugares de entretenimiento de los niños y jóvenes, por los medios de comunicación locales que utilizan… La pastoral debe ayudarles a hacer frente a todo ellos y a integrar armónicamente lo “nuevo”, sin hacer caso omiso de lo “antiguo”.
Juan Pablo II, II Congreso Mundial de Pastoral de la Emigración Roma, 14 de marzo de 1979.
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