Redacción
Ernesto significa hombre serio y decidido, “hasta el martirio”, se podría añadir en el sentido cristiano.
Según la tradición, hay varios santos con este nombre, pero el que se celebra el 7 de noviembre es, sin duda, el abad del convento benedictino de Zwiefalten, situado al suroeste de la ciudad de Ulm.
El año de 1147 renunció a su dignidad para poder participar en la segunda Cruzada, que organizaba el emperador Conrado III con el fin de liberar Tierra Santa del poder de los musulmanes. Al abad Ernesto le tocó incorporarse en el destacamento militar del obispo Otto de Freising.
En las encarnizadas luchas por los Santos Lugares, cayó prisionero. Fue trasladado a La Meca, capital del islam, y martirizado en forma cruel a fines del año 1148.
Desde el siglo XIII se honra su memoria en la abadía de Zwiefalten como “mártir”, aunque nunca ha existido una aprobación oficial por parte de la Iglesia universal.
En la iglesia de los padres capuchinos, en Dinkelsbuehl (Alemania), se puede admirar un retablo del siglo XVII que presenta a San Ernesto atado a un madero, cortados los pies y las manos, mientras su cuerpo se ve cubierto de enormes heridas causadas por la cimitarra musulmana.
“La voluntad salvífica universal de Dios alcanza a todos los hombres; la Iglesia está persuadida de que, habiendo Cristo muerto por todos y siendo una sola la vocación última del hombre, es decir, divina, el Espíritu Santo ofrece a todos las posibilidades de ser asociados, de modo solamente conocido por Dios, al misterio pascual. Siendo la fe personal un acto libre, es menester que la Iglesia dialogante se aproxime a los no creyentes con el mayor respeto de su libertad personal y procurando comprender sus motivaciones y razones. La no creencia, por lo demás, constituye una interpelación y un reto a la fidelidad y autenticidad de los creyentes y de la Iglesia…”. D.P., n. 1117.
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