La Colgada
José Mercadillo Miranda*
Los hechos del siguiente relato verificáronse cuando tenía la obligación de ir a decir la santa Misa a la hacienda dela Cruz del Palmar, perteneciente ala jurisdicción parroquial de San miguel.
Cada quince días, los domingos, acudía a temprana hora para confesar a los fieles y después celebrar la misa. Recuerdo que en uno de esos domingos (1937) lucía el campo como esmeraldina alfombra bordada de girasoles, cincollagas, y aceitillas, sumiendo al menos soñador en pensamientos embelesantes y deleitosos, muy ajenos a las torturas que origina la ignorancia.
Llegué ese domingo a la Cruz del Palmar, para cumplir, como de costumbre, mi cometido. Cuando terminé la misa, una mujer se acercó a mi para pedirme que fuera a oír en confesión a una enferma que hacía tres días estaba muy grave, debido a que no podía dar a luz. Casualmente me acompañaba mi hermana Lupe Mercadillo, que era profesora en obstetricia y a quien, dada su especialidad, pedí fuera conmigo a donde me llamaban para que atendiera ala parturienta.
Aceptó de buen grado, y, al legar a la casa, fui yo el primero en entrar para atender lo más importante, que era impartir los auxilios espirituales a la moribunda; pero, oh sorpresa, qué cuadro más aterrador...!
La enferma, una joven india, estaba amarrada fuertemente de los brazos por una grues areata y colgada del travesaño del techo del jacal. Antes que todo, inquirí por qué tenían en aquel suplicio inquisitorial a la pobre mujer. La "lírica" -como llaman a las matronas que ejercen su oficio sin título- respondió diciéndome:
-Así se coloca a las parturientas para que se alivien.
Sin pérdida de tiempo, llamé a mi hermana para que interviniera en aquel caso asombroso, y en seguida dio órdenes para que bajaran a la enferma, a quien atendió como Dios le dio a entender, ya que no contaba con los elementos necesarios.
Nació felizmente la criatura, yo atendí espiritualmente a aquella mujer y de allí en adelante, tuve buen cuidado de explicar a la gente del pueblo, especialmente a la de los ranchos, las condiciones de higiene y atención médica que se necesitan en casos semejantes, y, sobre todo, reprobé la inhumana costumbre de colgar a las mujeres que van a dar a luz, cosa innecesaria y de efectos desastrosos, presentando como ejemplo, el caso de la joven referida, quien, gracias a la providencial intervención de mi hermana, escapó de la muerte segura.- (1)
(1) - Este suceso nos dio pie a mi hermana y a mi, para fundar la primera maternidad que hubo en San Miguel y que tantos bienes hizo.
*Tomado de:
Anécdotas sin importancia
Segunda edición
José Mercadillo Miranda
Imp. San Miguel
Cuadrante No. 24
San Miguel de Allende, Gto., México.
Primera Edición: 15 de septiembre de 1960
Segunda Edición: 29 de junio de 1983.
Tiro: 2,000 ejemplares
Páginas 19-21
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