Eugenio Amézquita
Con la presencia del Obispo de Celaya, Mons. Benjamín Castillo Plascencia, como presidente de la celebración eucarística y de los trabajos, inició hoy la XXIX Asamblea Diocesana de Pastoral, con la participación de sacerdotes de diversas partes de la misma diócesis y laicos que colaboran como agentes de la pastoral.
El objetivo de esta actividad, en su primer día, es el de ofrecer elementos teológico pastorales, que propicien la reflexión e iluminación de la realidad contemplada en las fases anteriores, a fin de dar frescura al anuncio del Evangelio que requiere el hombre de hoy.
La Diócesis de Celaya comprende los municipios de Cortazar, Villagrán, Santa Cruz de Juventino Rosas, Comonfort, San Miguel de Allende, Dolores Hidalgo, San Diego de la Unión, San Luis de la Paz, Apaseo el Grande, Apaseo el Alto y Celaya.
Se definió el horario de inscripción a las 9:30 horas, para pasar posteriormente a la celebración eucarística a las 10:00 horas. La actividad se realiza en el Auditorio de la Universidad Latina de México.
¿Qué es una Asamblea Diocesana de Pastoral?
Un espacio privilegiado de comunión y participación en la Iglesia, es la Asamblea Diocesana que, convocada y presidida por el Obispo, reúne, de forma representativa, a todas las fuerzas vivas de la Iglesia Diocesana.
La Asamblea Diocesana es una instancia consultiva del Sr. Obispo en orden a una acción pastoral orgánica, de conjunto, ministerial, participativa, eminentemente misionera, planificada y generadora de procesos de conversión cristiana. Aunque no puede tener un carácter jurídicamente vinculante
y definitorio, es un medio de comunión y participación que permite el ejercicio de la corresponsabilidad de todas las instancias eclesiales, tanto de la pastoral territorial como de la pastoral funcional, de la vida consagrada y de todas las instituciones y estructuras de la Iglesia.
La Asamblea Diocesana, con espíritu de discernimiento evangélico, ayuda al Sr. Obispo en la tarea de emprender, revisar, corregir y estimular el camino pastoral de la Iglesia Diocesana, para que toda acción pastoral, en cuanto que la Iglesia es sacramento de salvación y germen del Reino de Dios, llegue a transformar nuestra realidad eclesial y social. En este sentido, es de vital importancia que el discernimiento pastoral se haga siempre con la sensibilidad del Buen Pastor, que escucha los clamores y ve los sufrimientos de tantos hermanos de nuestro pueblo, esperando que a ellos, los pobres, se les anuncie la Buena Nueva del Reino.
Para dar respuestas evangelicamente acertadas y pertinentes a las necesidades reales de nuestro pueblo, y que adelanten con viva esperanza la irrupción del Reino, conviene siempre que la Asamblea Diocesana tenga la capacidad de leer los signos de los tiempos, analizando bajo la mirada amorosa
del Padre y juzgando con los criterios del Hijo las situaciones eclesiales, religiosas, socioeconómicas, políticas y culturales de esta porción del Pueblo de Dios, con la finalidad de emprender las acciones más plausibles, con la fuerza del Espíritu Santo, en orden a la instauración del Reino de Dios en el hoy de nuestra historia.
La Asamblea Diocesana no sustituye ni duplica las funciones de otras instancias de gobierno o consultivas de la Iglesia Particular. Ejerce, por su propia naturaleza, una función eminentemente pastoral y se caracteriza por el ejercicio de consulta, de forma directa y universal, y por la participación por representación diversificada de todos los miembros de la Iglesia: laicos, vida consagrada y ministros ordenados.
Por la importancia y trascendencia de los temas que trata, siempre establecidos y/o aprobados por el Sr. Obispo, la Asamblea Diocesana presta, por medio del discernimiento pastoral, un servicio propositivo al ejercicio pastoral del Obispo. Por ello, una vez que, a su buen juicio pastoral y con
plena libertad, aprueba y publica las propuestas hechas, estas serán resoluciones pastorales y tendrán un carácter vinculante en la acción pastoral de la Diócesis.
El espíritu de todos los participantes de la Asamblea Diocesana debe ser de profunda eclesialidad. Como discípulos misioneros se procurará vehementemente que todo trabajo sea movido sólo por el amor a Cristo y a la Iglesia. Se ha de buscar el bien común de toda la Comunidad Eclesial, más allá de
intereses personales o de grupo. Animados por el Espíritu Santo, conviene buscar una mayor eficacia en la tarea evangelizadora para que llegue la Buena Nueva, sobre todo a aquellas personas de las que, como Iglesia, nos hemos alejado o hemos permitido que se alejen.
Ubicación Geosatelital de la
Universidad Latina de México
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