E
n el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra hoy, se realizan en el mundo múltiples acciones y movilizaciones para hacer conciencia y combatir la atroz hostilidad que va de la discriminación laboral a la violación y del acoso al feminicidio, fenómeno que si bien se ha incrementado en tiempos recientes al menos se ha visibilizado.
En la jornada participan desde organizaciones internacionales hasta colectivos locales que luchan contra la violencia de género. Así, la titular de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, pidió a las autoridades nacionales firmar y/o ratificar los tratados internacionales que custodian los derechos de las mujeres, establezcan y cumplan leyes para acabar con la impunidad y garanticen el juicio a los culpables y la reparación para las víctimas de agresiones de género; que elaboren planes nacionales y locales de acción, que propicien la coordinación entre gobiernos, organizaciones de mujeres, medios informativos y empresas, y adopten medidas para que el acceso a la justicia sea accesible a mujeres y niñas, como servicios jurídicos especializados y gratuitos y el incremento del porcentaje de mujeres en los cuerpos policiales y judiciales.
Desde ayer, en diversas ciudades del mundo se realizaron actos y manifestaciones de protesta. En Bruselas, por ejemplo, unas 10 mil personas participaron en una marcha para recordar a las 22 víctimas de feminicidio en Bélgica en lo que va del año. En la Ciudad de México se colocó una gran cruz rosada en el Monumento a la Madre, se pintó un mural en las mamparas colocadas en el Ángel de la Independencia y se exhortó a la ciudadanía a colocar cruces de color rosa en lugares públicos y fachadas domiciliarias del país.
Con independencia de las realidades externas, es inocultable que en nuestro país el conjunto de expresiones de violencia contra las mujeres constituye un fenómeno devastador. Sin duda, su faceta más terrible y exasperante es el pavoroso número de feminicidios –se calcula que entre siete y 10 al día–, pero no debe soslayarse que en los hogares, en las calles, en los sitios de trabajo y en escuelas y universidades, niñas y mujeres enfrentan un sinnúmero de agresiones, acaso menos visibles, pero suficientes para que muchas de ellas encuentren intolerable la vida en sociedad y vean en las instituciones encargadas de procurar e impartir justicia meros mecanismos de simulación.
La violencia contra las mujeres y las niñas debe cesar, para lo cual no deben escatimarse medidas en todos los ámbitos: desde el legislativo, judicial y el ministerial hasta el educativo, pasando, desde luego, por la movilización social. Cabe esperar que en las manifestaciones previstas para hoy la contundencia de la protesta no llegue a la violencia y no dé pie, con ello, a que se desvirtúe o tergiverse su sentido y se distraiga la atención de lo central, lo principal y lo urgente, que es poner fin a las agresiones de todo nivel contra las mujeres, a la impunidad que las multiplica y a las posturas machistas y patriarcales que las propician.
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