Sergio E. González Gálvez* y Armando Manuel Esparza**
E
n la importante obra titulada De diplomacia e historia”, el embajador Héctor Gros Espiell, que representó a su país Uruguay en México, además de haber destacado por su habilidad diplomática y sus vastos conocimientos jurídicos, tanto en su carácter de secretario del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe con sede en México y como canciller de Uruguay, (q.e.p.d.) comentaba con razón que la política exterior de un Estado no puede ser planificada, decidida ni ejecutada sin un adecuado y cabal conocimiento de la historia diplomática de ese Estado y puntualmente señalaba que sin la historia de lo que la diplomacia de un país ha hecho y de cómo ha actuado, con qué métodos lo ha hecho y qué resultados ha obtenido, es imposible tener conciencia, comprender y explicar la historia internacional de un país
y menos aún planear a futuro.
Además, nos decía Gros Espiell en su obra citada, que no resistía citar el concepto –quizás más ideal que real– que Alex Léger da de la diplomacia “…es imaginación, previsión, sugestión, orientación y ejecución. El diplomático ha de ser un maestro del análisis crítico y un creador de amplios proyectos” lo cual obviamente requiere una preparación académica adecuada.
En México, el 7 de mayo de 1822 surge un Servicio Exterior Mexicano que hoy en día, a pesar de los años que han transcurrido desde los orígenes de la institucionalización de la diplomacia, está conformado por únicamente mil 129 mujeres y hombres que dedican íntegramente su vida profesional a defender y promover los intereses de México en el mundo, cuando Estados Unidos tiene 15 mil profesionales de la diplomacia y Cuba y Brasil el doble o triple de los que tenemos en México.
Destacamos el hecho de que ese cuerpo permanente de funcionarios del Estado está a cargo de la custodia y vigilancia de los intereses nacionales en el extranjero y la representación –tanto diplomática como consular– del país ante otros Estados y organismos internacionales y se conduce bajo la coordinación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y está abierta a la participación de toda mujer y hombre mexicano que tenga vocación y demuestre contar con los atributos para ingresar a este cuerpo profesional mediante un concurso público. Por esa razón, hablamos de un servicio exterior que no se conforma a partir de criterios de pertenencia a una clase social, orientación ideológica o política, sino un cuerpo de funcionarios que debe lealtad sólo al Estado mexicano, cuyos miembros son seleccionados entre aquellos que demuestran ser los más competentes para el ejercicio de la labor diplomática y consular dentro del conjunto de la diversa sociedad mexicana.
Para responder adecuadamente a los retos que plantea el escenario internacional actual, es importante que nuestro gobierno preserve y aplique los avances logrados en la reforma a la Ley del Servicio Exterior, recientemente aprobada, así como que profundice otras medidas necesarias que fortalezcan al Servicio Exterior Mexicano de carrera, tales como limitar, no cancelar, pues siempre debe preservarse el derecho de nuestro gobierno de nombrar a personalidades de implacable trayectoria en su actividad política, pero manteniendo la prioridad al profesional, tema al que recientemente se refirió con gran claridad el señor Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en una de sus conferencias mañaneras celebrada en Hermosillo, Sonora, el 2 de septiembre en curso; ampliar los concursos de ingreso y de ascenso con la finalidad de impulsar su necesaria renovación y promoción; así como contemplar a corto plazo la apertura de un mayor número de misiones diplomáticas y consulares que amplíe la presencia y fortalezca la capacidad de acción de México en el mundo, acorde con la transformación que se pretende impulsar en nuestro país.
*Embajador Emérito de México
**Consejero del Servicio Exterior Mexicano
(ambos escriben a título personal)
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